
Hasta la presentación del Samsung Galaxy S, la compañía coreana había sido de las grandes, pero no de las más grandes. Antes del boom del IPhone y de la aparición del sistema operativo Android, los terminales de Samsung se caracterizaban por bonitos diseños y, a excepción quizás del Omnia, móviles que para nada destacaban en el mercado. Estoy hablando de los años en que Nokia miraba desde el podio a sus competidores porque había sabido adaptarse a las necesidades que demandaban los usuarios. No como ahora, empeñados en su propio sistema operativo, dando la mano al convulso Windows Phone y viendo cómo cada vez está más abajo en la listas de fabricantes.
Pero en 2010 aparece el Samsung Galaxy S y se convierte en uno de los teléfonos más vendidos...