El lector de libros electrónicos de Amazon, el Kindle, ha
llegado a España hace pocos meses y se ha convertido en el dispositivo más
regalado estas Navidades, Reyes y San Valentín. La idea de Amazon ha sido muy
buena: venden el dispositivo a un precio muy bajo, tan solo 99 euros, pensando
en ganar dinero con la venta de libros digitales o ebooks. La primera parte ha
salido como pensaban, con la segunda han pinchado en hueso.
En Estados Unidos, en 2011, los usuarios que han decidido
comprar un libro lo han hecho un 80% de las veces en formato clásico, en papel,
y un 20% en formato digital, ebook. En España, en cambio, y pese a la venta
cada vez mayor de dispositivos de tinta electrónica, sólo es un 1% de las
ventas la reservada al libro digital.
Ya se escuchan de fondo a los de siempre, los creadores de
contenido, los artistas y escritores, poco menos que insultar al gran público
por la descarga ilegal de contenido protegido, en este caso libros, que hace
que el porcentaje de compra de libros originales sea tan bajo. Yo no sé si en
Estados Unidos nadan en oro, pero lo que está claro, al menos en este caso, es
que los españoles están hartos de que se rían de ellos. Por poner sólo un
ejemplo, el libro El Imperio Eres Tú, de Javier Moro, cuesta en papel 21,50
euros, y en formato digital 14,24 euros. El comprador del libro en papel paga
el diseño, el papel, la tinta, la distribución, el suplemento que se llevan las
tiendas y un largo etcétera. El que compra un ebook debería pagar los derechos
de autor y la parte que la editorial tenga asignada en su contrato con el
escritor dueño de los derechos del libro. No hay mucho más que decir.
Amazon ha lanzado su Kindle con la pretensión de que la
gente compre los libros a través de la conexión WiFi que trae el dispositivo,
pero no ha pensado en los precios. Igual que cuando hablamos de la venta o
alquiler digital de películas, series o música, el precio en comparación con la
compra física de esta cultura debe ser mucho más bajo si quieren que los
clientes compren. De esta manera, en España, sigue funcionando la piratería, en
todos sus niveles.
Piratería entendida no como robo, sino como protesta ante un
precio desorbitado con el que las editoriales y distribuidoras se están
enriqueciendo. No sólo van a dejar de enriquecerse a costa de ganar un
porcentaje increíble por cada libro o película, si no se reinventan van a
desaparecer por mucho que intenten luchar presionando a los gobiernos para que
aprueben leyes inútiles.
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